La flor de ceibo fue declarada Flor Nacional Argentina en 1942. También es la flor nacional de Uruguay. Su designación como flor nacional surge de una encuesta realizada en los años 30 por el diario La Razón, donde resultó ganadora. Posteriormente, el Ministerio de Agricultura de la Nación designó una Comisión Nacional para establecer los parámetros necesarios para poder declarar una especie florar cómo símbolo nacional. Nuevamente fue seleccionada la flor del ceibo.
Es nativa de Sudamérica, habitando siempre en lugares bajos e inundables. Tolera muy bien los sitios saturados de agua, por eso es común encontrarlo en los humedales. No se lo encuentra en bosques altos ni sitios secos sin inundaciones.
Características
El ceibo, seibo, seíbo o bucaré, es una especie característica de la formación denominada bosques en galería, originaria de América del Sur, especialmente de la Argentina (zona del Litoral), Uruguay, Brasil y Paraguay.
Crece en las orillas del Paraná y del Río de la Plata, aunque se la puede encontrar también en zonas cercanas a ríos, lagos y pantanos. Su madera, blanca amarillenta y muy blanda, se utiliza para fabricar artículos de peso reducido. Sus grandes flores de color rojo se utilizan para teñir telas, aunque por su vistosidad cumplen también una función ornamental, razón por la cual se la encuentra cultivada en paseos, parques y plazas.
Es un árbol mediano de entre 6 a 10 metros de altura. El tronco es irregular, con ramas espinosas que crecen en forma desordenada y mueren después de florecer. Su corteza es de color pardo grisáceo, muy gruesa y muy rugosa, con profundos surcos. Una característica de sus raíces es que presentan nudosidades producidas por bacterias nitrificantes que viven en simbiosis, facilitando la absorción de nutrientes.
Florece entre los meses de octubre hasta abril, en forma de inflorescencia arracimada. Sus vistosas flores rojas atraen colibríes y otras especies polinizadoras, lo que la convierte en un elemento fundamental para los ecosistemas locales.
El fruto es una legumbre marrón, no muy larga, donde las semillas están dispuestas en el interior de la vaina. Cuando las semillas caen son transportadas por el agua germinando en nuevos sitios, tales como bancos de arena, en donde ayudan a estabilizar la tierra y a formar islas nuevas.
Usos
Sus flores se utilizan para teñir, y con la corteza se tratan heridas y reumatismo. También es diurético y antiespasmódico.
La madera es porosa y débil, se utiliza para tallar, especialmente instrumentos musicales. También es apta para la producción de celulosa.
Se cultiva para uso ornamental, y sus flores atraen abejas míferas y gran variedad de insectos.
Leyenda del ceibo
En el litoral del Paraná vivía una indiecita llamada Anahí. En las tardes de verano su tribu guaraní se reunía a escucharla cantar las canciones inspiradas en sus dioses y el amor a la tierra de la que eran dueños... Pero llegaron los invasores de piel blanca que arrasaron las tribus y les arrebataron las tierras, los ídolos y su libertad.
Anahí fue llevada cautiva junto con otros indígenas. Pasó muchos días llorando y muchas noches en vigilia, hasta que un día en que el sueño venció a su centinela, la indiecita logró escapar, pero al hacerlo, el centinela despertó y ella, para lograr su objetivo, hundió un puñal en el pecho de su guardián y huyó rápidamente a la selva.
El grito del moribundo carcelero despertó a los otros españoles, que salieron en una persecución que se convirtió en cacería. Al rato la joven fue alcanzada por los conquistadores. Estos, en venganza por la muerte del guardián, le impusieron como castigo la muerte en la hoguera. La ataron a un árbol e iniciaron el fuego, que pareció no querer alargar sus llamas hacia ella. La doncella indígena, sin murmurar palabra, sufría en silencio con su cabeza inclinada hacia un costado. Y cuando el fuego comenzó a subir, Anahí se fue convirtiendo en árbol, identificándose con la planta en un asombroso milagro.
Al amanecer los soldados se encontraron ante el espectáculo de un hermoso árbol de verdes hojas relucientes y flores rojas aterciopeladas en todo su esplendor, como símbolo de valentía y fortaleza ante el sufrimiento.