Leyendas del Jaaukanigás: mito del Carau

Octubre es el mes donde festejamos el día de la madre, y en todo el litoral es muy conocida la leyenda del carau.  Es tanta la popularidad de este mito guaraní que hasta tiene su propio chamamé.   

El Karau

El carau (Aramus guarauna), también llamado carao, karau, carrao, pájaro llorón o viuda loca, es un ave zancuda de plumaje oscuro y vuelo torpe.  Pertenece al orden gruiformes, pariente de las grullas.

Esta especie propia de América, que puede alcanzar los 66 centímetros, es de color pardo oscuro pero de lejos se la percibe de un tono más negro y por ello en la leyenda se vistió de luto.  Su cabeza, cuello y garganta presentan manchitas blancas que se distribuyen hacia el dorso. Su pico es amarillento en la base con la punta negra.  Posee alas grandes que exceden el metro de envergadura. Sus patas, de color negro, así como su cuello y pico, son largas. 

Es común el aleteo asincopado del carau sobre la línea del horizonte. Su canto suena como su nombre, “kháro”, de a dos o tres veces, de alarma baja y algo ronca. También muy potente se escucha un “karáuuuu”, grito que suele emitir durante la noche o en proximidad de animales y personas extrañas.

Es propio de zonas de humedales dulces: lagunas, esteros y bañados.  Se alimenta de pequeños animales acuáticos, especialmente caracoles.

La leyenda

La leyenda cuenta que Carau fue un muchacho apuesto y muy buen bailarín. Vivía en compañía de su madre, a quien cuidaba atentamente. Pero cierta vez que ella enfermó, Carau se esforzó en atenderla con medicación casera, lo que no le dio mejoría.  Entonces se fue al pueblo al atardecer, distante a varios kilómetros de la casa. En el camino encontró un baile, donde se quedó bajo los coqueteos de una muchacha muy elegante. 

Olvidando la enfermedad de su madre y el remedio que iba a buscar, bailó toda la noche hasta que, en medio de la fiesta, un amigo le trajo la noticia de que su madre había muerto. El siguió bailando bajo la respuesta: “Hay tiempo para llorar”. 

Ante el cuerpo de su madre, el remordimiento lo atormentó durante el día de la sepultura y por la tarde su lamento se extendió en el ambiente y su ropaje se fue transformando en plumaje negro. Los brazos se volvieron alas y el cuerpo se transformó en un ave.

Dice la leyenda que la muchacha que lo retuvo en el baile también se convirtió en un ave, la pollona que acompaña al carau en su peregrinación.

Letra del chamamé

La letra es de autor anónimo, pero se conoce quien fue su primer compositor: el cantautor goyense Mauricio Valenzuela.

Amigos y camaradas
que me quieran escuchar,
voy a contar el suceso
que le aconteció al Karãu.

Estando la madre enferma
remedio salió a buscar
encontró una concurrencia
y allí se quedó a bailar.

Bailando estaba en la fiesta
con la guaimita mejor,
al oído le decía
que no desprecie su amor.

Allá por la medianoche
heteve jave ovy'a,
un amigo que llegaba
muy triste le supo hablar

Disculpe, amigo Karãu
anive rejeroky
aru ndeve la noticia
omano hague nde sy.

No importa, mi buen amigo,
yo el baile no he de dejar
[embopu katu la polca]
si omanórõ ya, omanóma
hay tiempo para llorar.

cansado al fin de bailar
llegando la aurora
el le dise asu guanita:
hetaitéma rohayhu
mamoitépa oime nde róga.

La dama le contestó:
che róga oî mombyry
rehosérõ che rendápe
ehecha rangue de sy.

Al oír estas palabras
Karãu y se despidió
se fue llorando y diciendo
mi madre ya se murió...

Ko ãga katu aháne
aikóne por los esteros
ha upépe katu amoîne
para siempre luto entero.

Por haber sido mal hijo
castigo le dio el Tupã
le puso un plumaje negro
y le condenó a llorar.