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Foto: Alejandro Giraudo |
Las serpientes son temidas por todos los seres vivos. Especialmente las venenosas. Entre ellas, la conocida yarará, la coral y la cascabel o campanilla. En esta oportunidad, hablaremos de la serpiente de cascabel (mboi chini en guaraní).
Características
Se la considera muy venenosa, y existen varias subespecies en el mundo. Está en peligro de extinción, debido al deterioro de su medio ambiente y al ataque de los seres humanos. En América, las encontramos desde el sur de Canadá hasta el centro de Argentina. Son abundantes en zonas desérticas de México y sur de EEUU. En Sudamérica, especialmente en Brasil y Argentina, vive solamente una, la Crotalus durissus. El nombre crotalus significa sonajero en griego.
Este tipo de serpiente tiene varias características inconfundibles: Una de ellas es la presencia de los anillos en la punta de su cola, que forman un cascabel. De ahí su nombre; ya que cuando el animal está asustado o agresivo, la agita produciendo un inconfundible sonido. Este cascabel se forma por unos repliegues córneos de queratina. La creencia popular afirma que la cantidad de segmentos es igual a la edad de la serpiente, pero en realidad se corresponden a las veces que la víbora ha cambiado de piel. Esta especie puede vivir más de 20 años.
No son agresivas. No persiguen ni atacan a mamíferos grandes, especialmente seres humanos, a menos que se las moleste. Cuando se siente amenazada, alerta de su presencia agitando su cola, antes de atacar. Su veneno afecta al sistema nervioso, causando visión borrosa, dificultades para hablar y dolores musculares. Se debe acudir al centro de salud más cercano inmediatamente, para recibir tratamiento con el suero antiofídico específico.
Su color es marrón grisáceo, con rombos y líneas oscuras sobre un fondo más claro, pero puede variar con tonos verdes o naranjas, para poder ocultarse en los ambientes donde vive.
Si bien no son las más grandes, pueden alcanzar los 2 metros de longitud y hasta 4kg de peso. Los machos suelen ser más grandes que las hembras.
Son preferentemente nocturnas, es raro encontrarlas durante el día. Tienen pequeños orificios de detección del calor entre los ojos y sus fosas nasales, que ayudan en la caza en la oscuridad. Su dieta consiste en pequeños mamíferos, aves y lagartos.
Cuando es temporada reproductiva, entre otoño e invierno, los machos compiten por la hembra ejecutando una danza donde cada contrincante intenta bajar la cabeza del contrario y a la vez mantener la propia bien alta. No se hieren ni se atacan, el ganador es aquel cuya cabeza se mantiene más alta.
La hembra da a luz a finales de verano entre 4 a 10 crías, son animales ovovivíparos, ya que la madre lleva los huevos en su interior. Las crías nacen con sus colmillos y glándulas venenosas formadas. Con el segundo cambio de piel, ya puede producir su característico sonido.
Leyenda de la víbora de cascabel
Cuenta la leyenda que los indios de Norteamérica que en el origen de los tiempos no existía la noche, ya que la tenían solo y exclusivamente las serpientes.
El gran jefe de las serpientes la vigilaba en su palacio sombrío, y no salía nunca por miedo a no poder defenderse de los hombres y el resto de fieras, ya que no tenía garras para defenderse ni patas para correr.
Los hombres y los animales, por su parte, apenas podían descansar, y estaban muy cansados. La luz les impedía dormir.
Los hombres decidieron que no podían seguir así. Necesitaban la noche de la que disfrutaban las serpientes. Así que propusieron ir a ver al jefe de las serpientes y ofrecerle un regalo a cambio de la noche. Los mejores orfebres del grupo crearon un gracioso cascabel, dorado y resplandeciente, capaz de emitir un sonido ‘tintineante’ y juguetón.
Uno de los indios de la tribu se encaminó con el cascabel hacia el palacio de la serpiente.
– Oh, Gran Jefe de las serpientes- dijo con cautela el indio- Vengo a solicitar ayuda. Necesitamos la noche que vosotras las serpientes tenéis, porque no podemos descansar. A cambio, hemos fabricado este cascabel para ti.
El indio hizo sonar el cascabel, y a la serpiente le gustó mucho, pero dijo:
– ¿Y qué haré yo con el cascabel? No tengo manos para hacerlo sonar…
Y el indio, que era muy astuto, se acercó con cuidado y ató el cascabel al extremo de la cola de la serpiente. Ésta, al mover la cola, emitía un sonido que le gustó.
– Sí, me gusta- dijo con coquetería la serpiente- Te daré un saquito de noche para que podáis descansar unos días.
– ¿Un saquito? – respondió apenado el indio- ¡Necesitamos más! Nuestro deseo es el de poder descansar siempre, tener la misma Noche que tú. ¿No podrías compartir toda la Noche con nosotros?
La serpiente se quedó pensativa.
– Ya… pero toda la Noche entera tiene un precio… Algo que realmente necesitemos las serpientes. ¡Ya lo tengo! Lo que necesitamos es algo que nos haga menos vulnerables, más peligrosas, algo con lo que poder defendernos del resto de depredadores…
– Nosotros tenemos lo que necesitas- dijo entonces el indio- Empapamos nuestras flechas con un veneno que es capaz de matar por su contacto a otros animales.
– ¡Fantástico!- respondió entusiasmada la serpiente- Trae el veneno del que me hablas y la Noche será la misma para todos.
El indio obedeció y al rato regresó con un saco lleno de veneno. A cambio, la serpiente le ofreció un saco enorme en donde guardaba la noche.
Desde entonces, todo el planeta disfruta de la oscuridad para descansar y a cambio las serpientes son portadoras de un veneno capaz de matar. Y aquellas que descienden directamente del Gran Jefe de las serpientes, emiten además el característico sonido de un cascabel cuando mueven su cola.