Leyendas del jaaukanigás: mito del ibirapitá

 

El ibirápitá, yvirá-pitá, o árbol de Artigas, es un gran árbol que florece a fines del verano.  Su nombre en guaraní significa madera colorada.  Algunos lo llaman caña fístula, al confundirlo con la cassia fístula o lluvia dorada.   Es nativo de Sudamérica, encontrándose en Brasil, Paraguay, Uruguay y noreste de Argentina.

Características

Supera los 20 metros de altura con troncos de hasta 2 m. de diámetro, su frondosa copa es de gran envergadura, ideal para parques y espacios amplios. 

Su corteza es rugosa, de color gris castaño.  El follaje es de hojas compuestas con numerosos folíolos que recambia a lo largo del año, de color verde oscuro en la cara superior, más claro en su parte inferior. 

Florece a fines del verano anunciando el comienzo del otoño, con flores amarillas brillantes y vistosas, agrupadas en racimos, por este motivo se lo suele llamar como jacarandá amarillo.  Se reproduce fácilmente a partir de las semillas que presenta en una vaina alargada, es de crecimiento rápido floreciendo a los pocos años.

Usos

Se lo usa como forestal, ya que su madera rojiza es semi-dura y de hermoso veteado.  De su corteza se extrae tanino, las hojas, semillas y raíces se usan en medicina popular.  Pero su uso más común es como árbol de sombra y paisajismo en las ciudades.  Debido a que su madera es compacta y liviana, antiguamente se la utilizaba para construir pequeñas embarcaciones.

Leyenda

La leyenda de este árbol cuenta que un indio llamado Yvirapitá, hijo de un anciano jefe tribal, amaba profundamente a Caavotori, la joven más bella y dulce de la tribu. Un día el jefe habló con Yvirapitáy le dijo:

-Desde este momento tú serás el cacique. Yo ya estoy viejo y cansado.  Quiero reposar, solamente te pido es que te cases con Ysypo- .  A estas palabras, Yvirapitárespondió: Todo será como quieres, padre; pero no puedo casarme con Ysypo porque amo con todo mi corazón a Caavotori–.  Entonces el anciano le dijo: Si no te casas con ella en tres lunas, te despreciaré por siempre ante toda la tribu.

Yvirapitádecidió de hablar con Ysypo para explicarle su amor por Caavotori, y pedirle que interviniera en su ayuda ante su padre. Ysypo lo escuchó con atención y en silencio y luego le dijo con gran maldad y despecho:

-Yo te amo, Yvirapitá. Eres hermoso, nunca permitiré que seas de otra mujer. Mi aliado es Aña (el diablo), y por él juro que no serás de Caavotori ni de nadie más.

Yvirapitásalió de allí desesperado y empezó a caminar sin ningún rumbo. Después de mucho pensar, fue a ver a Caavotori, la tomó en sus brazos y le dijo: Vamos hacia la felicidad o hacia la muerte. Tenemos que huir de aquí.  -Yo no tengo nada de miedo si tú me llevas. Vamos a ir a donde tú quieras- Le respondió ella decidida.

Pero la maldad de Ysypo no iba a permitirlo, imploró por la asistencia de Aña, y siguió muy de cerca la huida de aquella pareja enamorada, bajo los altos árboles de la tupida selva guaraní. Cuando Yvirapitáse dio cuenta de ello, comenzó a correr con su amada en los brazos. Estuvo así por un largo rato y de pronto se detuvo paralizado, con las piernas atadas por extrañas cuerdas. Fue allí que comprendió entonces y con gran espanto que se estaba transformando en un árbol: las cuerdas eran la misma Ysypo convertida en enredadera.  Su amada se había transformado en la planta del mismo nombre que suele crecer en las ramas de los grandes árboles del monte.

León Benarós escribió un poema para este árbol:

El ibirá pitá

Aquí, más allá,

el oro ostentoso

del alto y hermoso

ibirá pitá.

Eleva su gracias

con verdor ufano,

de la tipa hermano,

también de la acacia.

Senda que no abarque

no hay, ni habrá cantero

sin el reverbero

de su oro en el parque.

Y alumbra su brillo

más que el sol sonoro,

destellante oro,

ebrio de amarillo.