El guaviyú es un árbol mediano, que puede llegar hasta 10 m de altura. Es nativo de América del Sur, siendo común encontrarlo en Brasil, Argentina, Paraguay, Bolivia y Uruguay.
Características
Presenta el tronco semiliso color pardo claro con abundantes escamas desprendibles de la corteza, la cual parece “manchada” gracias a esta característica. Su copa no es muy compacta, presentando muchas ramas separadas entre sí. Las hojas son intensamente verdes pero más claras en el dorso, de entre 4 a 7 cm, con una pequeña espinilla en la punta.
Sus flores son blancas, pequeñas y perfumadas. Florece en primavera, y fructifica en verano. Los frutos pequeños y redondos, morados y muy dulces. Se asemejan al arándano en su aspecto, presentando una fina cubierta de pelusa en la cáscara; esto dio origen a su nombre: Guaviyú o Guaiváyú significa “fruto con vello” en guaraní.
Usos
Suele estar en parques y jardines como planta ornamental, ya que su aspecto es muy valorado por el color verde intenso de su follaje, el cual no cae en invierno. Las hojas marchitas son repelente natural de las moscas, y también sirven para preparar infusiones con propiedades diuréticas, digestivas y antidiarreicas. Las flores atraen a las abejas y otros insectos.
Su fruta, de gusto dulce semejante a la uva, es muy apreciada por las aves. Se puede consumir directamente o en preparados como mermeladas y licores.
Receta de mermelada de guabiyú
La proporción para esta receta es: 4 tazas de fruta sin semilla, 1 taza de agua, 1 taza de azúcar.
Lavar la fruta y separar las semillas.
Colocar la pulpa con la cáscara en una olla, y agregar el agua.
Cocinar a fuego lento, por 20 minutos.
Enfriar y retirar las cáscaras.
Agregar el azúcar, y cocinar a fuego lento hasta punto de jalea.
Leyenda de la princesa Guaviyú
La princesa Guaviyú era alta y fina como un junco, con sus largos cabellos sueltos, de ojos azules como el cielo. Su padre, el cacique de la tribu, eligió su nombre, Guaviyú, porque la princesita además de sus ojos azules, tenía el corazón dulce y amable.
Venían gentes de toda la ancha tierra de América, con la esperanza de que al mirarla, sus ojos adquirieran el mismo color. Pero se volvían sin ningún cambio. También llegaban todos los animalitos, todos los pájaros y todas las mariposas de colores, atraídos por su bondad. Guaviyú pronto aprendió a entenderse con los animales, y así se enteró de sus historias y dramas cotidianos.
La princesita Guaviyú, vivía feliz, rodeada de sus amigos de la tierra y del cielo.
Una
tarde la princesita se tendió a dormir a la orilla del río, y al despertarse y
al mirarse en las aguas transparentes, vio que de sus ojos había desaparecido
aquel admirable color azul, y que éstos se le habían vuelto pálidos. Y Guaviyú
lloró amargamente, y sus lágrimas ya no fueron azules, sino plateadas y frías. Junto a Guaviyú lloraron todos sus amigos
humanos y animales, y su padre y su madre lloraron también porque sabían que si
antes de la cuarta luna, no le había sido devuelto el color de sus pupilas, la
princesita Guaviyú moriría.
El cacique anunció que aquél que encontrara el color de los ojos de la Princesa
y se lo devolviera, habría de casarse con ella.
Todos los animales le trajeron distintos regalos de color azul: brillantes piedras del río, perfumadas
florecitas silvestres, suaves plumas de colibrí, pero nada dio resultado.
Entonces, todos sus amigos se fueron hacia la orilla del río, donde vivía un
pescador llamado Aráh-berá, que hacía mucho tiempo estaba enamorado de la
Princesa. El pescador, amigo de los
pájaros del monte, se puso muy triste cuando se enteró de la mala noticia.
Mientras estaba sentado en la orilla del río, la tortuga le contó había
descubierto en el fondo del río una flor que tenía los pétalos de un azul tan
claro y tan puro, que toda el agua alrededor habíase teñido con el color del
cielo en la mañana. Aráh-berá observó el
agua, y pudo ver la flor que había robado el color de los ojos de la princesita. Intentó sacar la flor con su red de pesca,
pero no lo logró. Entonces se arrojó de
cabeza al río y alcanzó la flor, pero no pudo subir más a la superficie. Todos los pájaros lloraban sobre el río,
volando, volando, en grandes círculos de colores, la muerte de su amigo Aráh-berá.
Cuando Guaviyú lo supo, fue al río y vio al pobre pescador en el fondo con la flor
entre sus manos. Echaron nuevamente la
red al río, y con la ayuda de los pájaros levantaron el cuerpo de Aráh-berá y
la flor.
La princesa lloró amargamente, y cuando sus lágrimas cayeron sobre la flor, el color
se escapó de los pétalos para volver a los ojos de la Princesa, a la vez que el
pescador despertaba de su sueño.
Aráh-berá al ver a su lado a Guaviyú, pidió su mano al cacique, lo que fue concedido con gran alegría. La princesita y el pescador fueron muy felices y no olvidaron nunca a sus amiguitos de la tierra y del cielo.