Características
Se trata de un ave que no supera los 28 centímetros y los 40 gramos de
peso. Su plumaje es marrón claro, con tonos café, beige, gris y marròn oscuro. Posee una cola larga y graduada , que suele
levantar repetidas veces mientras canta, al igual que las plumas de su cabeza.
La dieta del Crespín es variada, se alimenta de insectos grandes,
como langostas, gusanos, grillos, mariposas, cucarachas, escarabajos, etc.
Su vuelo es lento y suele andar en los límites entre los pastizales y
las zonas de árboles, que luego utiliza para protegerse en caso de divisar una
amenaza. Es un ave desconfiada, inquieta y errante, por lo que es muy difícil
de ver, pero fácil de detectarla por su canto.
Tiene tres tipos de vocalizaciones, de las que la más conocida es la
onomatopeya de su nombre vulgar: cres-pín, cres-pín, que repite como un
lamento tanto de noche como de día. Se los empieza a escuchar a fines de
octubre hasta finales de febrero. Se trata de un ave migratoria, que busca el
verano para poder tener alimento más abundante. Luego de que sus crías nacen, emigran.
La leyenda
La historia de su origen y de su triste su canto, es muy conocida en el norte argentino. Había una vez un matrimonio. Él se llamaba Crespín y era un hombre muy responsable que se dedicaba a la siembra y al cultivo. Su esposa, en cambio, tenía cierto gusto por las fiestas y el baile.
Un día el hombre tuvo fiebre, pero de igual manera trabajó porque
estaba en temporada de cosecha. Al pasar los días su salud iba desmejorando.
Una tarde, cuando llegó a su casa, le pidió a su esposa que fuera al pueblo a
comprarle medicamentos.
La mujer fue, caminó varias horas hasta llegar al lugar, y compró
el remedio. Pero, cuando regresaba, se encontró con que estaban preparando una gran
fiesta en el pueblo. Esa fue su perdición:
se quedó a bailar olvidándose de todo.
A los tres días un vecino fue a buscarla y le dijo que su marido estaba
agonizando, a lo que respondió que ya habría tiempo para las tristezas. Cuando
el festejo concluyó, tomó los medicamentos y regresó a su casa. Su esposo ya había muerto y fue enterrado por
los vecinos. Ella no supo y comenzó a llamarlo -“Crespín, Crespín”, gritaba
adentro de la casa. Al no tener respuesta salió al campo y siguió llamándolo
mientras caminaba por el maizal -“Crespín, Crespín”.
Agotada y sin saber dónde podía estar su marido, le pidió a Dios que le
de alas para poder elevarse y tener un mejor panorama para buscarlo. Así
fue convertida en ave y desde entonces llama a su esposo de día y de noche, con
una voz triste, casi un lamento, esperando encontrarlo.